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PANTA REI

PANTA REI
Cuento de PRINCESA AQUINO AUGSTEN


"Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice
nella miseria".
Dante, Inferno, V, 121

Todo estaba allí, en el lugar que debía estar, el salón, la minúscula cocina con cerámicas negras y blancas, en ese cuadrado de un metro por un metro, reproduciéndose en las paredes con tamaño diminuto. El baño, simulado tras la puerta de madera maciza con la estatua de Shiva tallada en alto relieve. El escritorio, el dormitorio sin placares, con la cómoda pintada a mano y la barra para colgar las perchas de ropa. La escalera recta que sube, que conduce al infierno. Al infierno hoy, porque antes fue el cielo. Ayer. El cielo coronado de espejos, con las vigas bajas, la cama-colchón. El cielo contigo, ayer. Me desespero, salgo. Bajo los incontables escalones de esos tres pisos que me parecen trescientos. Corro hasta la Fontana de Trevi, allí a pasos del apartamento de la Via del Maestri, donde tiré mil monedas, todas, tantas para que se cumpliera la predicción:

"El que tira una moneda a la Fontana de Trevi vuelve a Roma".

Y fue verdad, se cumplió, volví a Roma, pero ya no estás. La profecía debía haber incluido el agua de la eterna juventud, y no lo digo por ti, sino porque torno y ya no estás. De nada sirve buscarte en Roma, o en el apartamento. Ya no estás en el mundo. Y yo retorno a Roma y es un bien que no estés, no quiero que veas estas arrugas que pueblan mi rostro, este surco profundo que creó mi sonrisa, estos ojos cansados que vos llamaste "los más bellos de tu vida".
Nuestras vidas, mis dolores, mis prisiones, mis pasiones, los recuerdos, la partida, la despedida. Nuestras casas, nuestras cosas, vos las tuyas, yo las mías. Inviernos paralelos, fríos, conflictivos. Pero todo en orden.
La familia, la casa, los bienes, todo en orden. Contigo el desorden, sin casa, sin bienes, sin familia, pero felices, porque eso sí, fuimos felices. Lo dijimos hasta cansarnos, tras cada llamada para contarnos cosas, luego de preguntarme si tenía quizás pensado ese año ir a Roma. y aunque dicen que todos los caminos conducen a Roma, a mí me tocó sin duda el más largo.
El camino desde el aeropuerto me pareció interminable hasta aquí, atravesamos sin ver el Coliseo, la columna de Trajano, la Villa Borghese, el Castelo de Sant' Angelo. Fuimos y volvimos con el taxi. Necesitaba reencontrarte en cada monumento, en cada lugar que fue nuestro. La Fuente de Tritón frente al cine donde vimos "Hamlet", y me divirtió tanto el nombre porque sonaba a Omelette, en tu lengua. Retengo que salimos del cine riendo a carcajadas, riendo, porque siempre reíamos juntos. ¿O es que no era así?

"Maldita memoria", tan obtusa como los sueños, tan selectiva de recuerdos. Y no se podría decir que no traté de educarla. Durante todos estos años me empeñé en querer revivir las discusiones, los desacuerdos nuestros para no extrañarte y la muy terca sólo me devolvía los gratos. Tus caricias, tus besos, la fuerza de tu abrazo y quizás algo que rima con eso.
Ni siquiera podría contarte que lloro, porque no es así, mis lágrimas se agotaron evocando.
¿Cómo fue que pasó el tiempo?
¿Dónde estuve? ¿Cómo me contuve? Y allí pasaron los años, dicen que viví, pero no estoy segura, pero estuve. Crié a mis hijos, pronto tendré nietos. Enterré a mis muertos. Pero no a ti que deambulaste y deambulas por mi cuerpo, por mi nostalgia, por mi piel con cenizas, reeditando gemidos nunca olvidados. Dientes ardientes que desvisten y marcan, huellas, señas inequívocas de mordidas en toda, toda la espalda. Como un tatuaje perpetuo en la memoria y efímero en la realidad. Aún puedo verme en el espejo esas marcas, aquel día..., los murmullos de los que nos acompañaban..., ¡mi sorpresa! No sabía que estaban allí, que la ropa no los cubría. Esta remilgada memoria, que se empeñó en torturarme todos estos años.
La casa, los bienes, la familia. ¡Todo está roto! Como la porcelana de la abuela. Aquella que se resistía a sacar del estante, la que nunca nos dejó usar. La que sólo exhibía cuando venía algún extraño de visita, y le servía algo. ¡Cuánto mezquinaba mi abuela aquella finísima vajilla!, y sin embargo ya ves, toda destruida en la inundación que soportó la ciudad.
Nunca me había dado cuenta de que la vida es un objeto más en el mundo y la tuya ahora es un objeto roto. Uno más de tantos, como los recuerdos, añadidos a trozos.
Dejo de buscarte. Sé dónde encontrarte. En el mismo lugar de hace tantos años, a la misma hora de entonces, con los mismos planes. ¡En mi memoria, en tu recuerdo!

(PANTA REI - TODO CAMBIA, HERÁCLITO)



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